La Muerte de Jesús

El Gólgota, o Monte de la Calavera
El Monte de la Calavera sigue siendo un basurero: el mismo lugar donde se derramó La Sangre que me limpió de toda mi basura.

¿Fue necesario que Jesús muriera?

¡Sí!  Porque la salvación de nuestra alma tiene un precio muy alto…

Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. (S. Juan 1:29)

Dios, el Soberano Juez, ha declarado una sola sentencia condenatoria para el pecador.  Esta es, la muerte eterna, la separación de Dios en un lugar de tormento (Lucas 12:5, Romanos 3:23).  Nuestro problema es que todos somos pecadores (Romanos 3:10).  Eso quiere decir que todos, sin excepción, estamos condenados. La Biblia dice que ninguna buena obra mía puede ayudarme a ser salvo (Efesios 2:9).  ¿Pero por qué?  Porque la condena no consiste en hacer buenas obras, sino en el estado de muerte, separado de Dios, en un lugar de tormento (Romanos 6:23).

Siendo que la condena es “muy alta”, la salvación tiene un costo semejante.  La única manera de que yo sea exculpado de mi pecado, es que un inocente pague mi condena.  Tiene que ser un inocente, pues de lo contrario debería pagar por mí mismo.  Pues bien, para que un inocente me sustituya, tiene que pagar un precio muy alto.  Tiene que pagar con su propia vida.  El problema se complica porque ningún ser humano es inocente ante Dios.  Sin embargo, Dios quiere que todas las personas sean salvas de esta condena eterna (2 Pedro 3:9).  Por esa razón Él manifestó Su amor por nosotros, haciéndose hombre en la persona de Jesús (Juan 3:16).  Fue así como Él, siendo inocente, es decir, sin pecado, fue hasta la sacrificada muerte en la cruz.  ¡Jesucristo fue el sustituto perfecto para que tú y yo pudiéramos ser salvos!

Preguntémonos entonces ahora:  ¿Es fácil la salvación? ¿Es barata?  ¡No, no, no!  Para Jesús, mi salvación le costó vergüenza, abandono, maltrato, dolor, crucifixión, y muerte (1 Pedro 2:21-25).  Todo ese sufrimiento es un precio muy alto, ¿no te parece?  Ningún sacrificio nuestro sería tan alto, duro, y costoso, como para poder salvarnos a nosotros mismos de nuestra condenación (Isaías 64:6). Y «por si fuera poco», en ese momento también Dios el Padre estaba en la Cruz con Cristo reconciliándonos consigo mismo (2 Corintios 5:19a). Nos damos cuenta, entonces, que lo más trascendente de la Pasión de Cristo fue el haber apaciguado la ira de Dios entregando Su propia vida inocente como ofrenda total para quitar de nosotros el pecado. Aunque sea un «misterio divino», podemos contemplar que el sufrimiento más grande de Cristo no fue haber soportado los azotes, ni la corona de espinas, ni tampoco el haber cargado el madero mismo; no fueron los clavos; ¡fue el haber tenido que soportar hacerse pecado por culpa nuestra! (2 Corintios 5:21). Fue tal esa agonía, que eso explica por qué antes de sufrir golpes y maltratos, su sudor ya era como grandes gotas de sangre (Lucas 22:44). Tan doloroso fue, que eso explica por qué justo antes de entregar Su Espíritu al Padre, gritó: «¿Por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46, Marcos 15:34) para citar en ese momento de angustia la victoria sobre sus enemigos que se aseguraba en el Salmo 22. Y la respuesta de empatía de Dios el Padre para con Dios el Hijo no se hacía esperar: ¡Una oscuridad y un terremoto, cual manifestación expresiva del dolor de Dios! (Mateo 27:45 y 51)

Está claro, entonces, que la salvación tiene un precio muy alto.  Ni con todo el oro del mundo, ni con todas las buenas obras que alguien pueda imaginar hacer, puedes adquirirla.  Por esa razón es que Dios te la ofrece como un regalo.  Así todo el mérito, honor y gloria es solamente de Él (Efesios 2:8,9).  Dios quiere perdonar tus pecados y salvarte de la condenación eterna.  Sabemos que Dios quiere que le ames y obedezcas más que a nadie (Mateo 22:37), que hagas buenas obras (Efesios 2:10) y ames a tu prójimo (1 Juan 3:23) pero NO quiere que pienses que porque obedeces Sus mandamientos, o porque haces buenas obras con tu prójimo, eres merecedor del Cielo.  Lo único que lograrías pensando así, es menospreciar la muerte de Jesús (Gálatas 2:21).  Recuerda:  Por tu pecado, estás condenado a pasar la eternidad separado de Dios, en un estado eterno de muerte espiritual.  Ese es el único pago que te corresponde hacer.  Sólo Jesús puede cancelar tu condena perdonando todos, absolutamente todos, los pecados que has cometido, cometes y cometerás (Colosenses 2:13,14).  Jesús pagó por ti el precio altísimo de la salvación al morir en la cruz.  La resurrección de Jesús es una evidencia de que la justicia de Dios quedó satisfecha.

No nos queda más que reconocer que nuestra salvación fue lograda por Jesús en la Cruz, y ésta salvación es un regalo de Dios que se recibe por medio de la fe (Juan 6:47, Romanos 3:28).  Tú puedes saber con seguridad que Jesucristo ya te salvó (1 Juan 5:13).  ¿Qué te detiene de dar testimonio de tu fe? (Romanos 10:9-10).

Jesucristo murió en la Cruz para perdonar y salvar a los pecadores (Romanos 5:6-11)

~¡Gracias Señor Jesús por dar Tu vida para salvarme!  

¡Tú eres Dios!  Y recordaré eso alabándote agradecido por el regalo de la Vida Eterna. 

¡Quiero contarle a otros que lo que hiciste por mí en la Cruz también lo hiciste por ellos!

¡Quiero amarte a Ti con todo, y amar a mi prójimo como a mí mismo!

7 comentarios

  1. Es preocupante la adulteración sutil del evangelio de la salvación que está presentándose actualmente en muchas congregaciones evangélicas. Sabemos que la salvación es por un acto de fe en el sacrificio, muerte y resurrección de Jesucristo. Nuestras buenas obras son como trapos de inmundicia, si pretendemos usarlos como medio de salvación. Pero el mayor problema se está presentando en los que predican un evangelio muy similar a la sana doctrina, de la salvación por la sola fe en Cristo y la Seguridad Eterna,…sin embargo le añaden sutilmente que aquel que dice haber confiado en Cristo para salvación, pero no «muestra» cambios en su vida, en su conducta,…NO ES HIJO DE DIOS. Eso equivale a añadirle obras a la salvación. Es importante como dijo el Dr.M.R.DeHaan, mantener la salvación y el servicio separados: “Existe una vasta diferencia entre venir a Cristo para la salvación y venir en pos de Cristo para el servicio. Venir a Cristo lo hace a uno creyente, mientras que venir en pos de Cristo lo hace a uno discípulo. No todos los creyentes son discípulos. Para convertirse en creyente uno acepta la invitación del evangelio. Para llegar a ser un discípulo uno responde al desafío de una vida de separación y dedicación al servicio. La salvación viene a través del sacrificio de Cristo, más el discipulado viene únicamente mediante el propio sacrificio y la rendición de nuestras vidas a un servicio de devoción respondiendo al llamado del Señor. La salvación es gratuita, pero el discipulado involucra pagar el precio de una vida separada. La salvación no puede perderse debido a que ésta depende de la fidelidad de Dios. Pero el discipulado puede perderse puesto que depende de nuestra fidelidad.” (Tomado del Manual de Evangelismo Personal). Así que no es correcto juzgar a un hijo de Dios por sus obras, por su vida, por su conducta. Lo importante es exhortar y animar a los hijos de Dios a servir por agradecimiento a Aquel que entregó Su vida por salvarnos, para darnos vida eterna y para garantizarnos esa salvación.

  2. Mike creo que las personas que nos consideramos cristianos tenemos que recordar siempre este enorme y valioso sacrificio y muerte de Jesús en nuestro diario vivir ya que como es una muestra de su amor inmutable, indudable, podemos caer en el error de gozar sólo de los beneficios sin tomar en cuenta los deberes y responsabilidad que conlleva este tan gran y valioso tesoro y debemos estar eternamente agradeciendo con nuestra vida, entrega y humildad sabedores que no debemos caer en ser unos «consentidos espirituales» a quienes se nos ha dado todo sin que nos haya costado nada y no la valoramos porque la tenemos segura y en ese proceso perdemos el tiempo coqueteando con las cosas vanas y perecederas de esta vida que al final no nos darán NADA. La única satisfacción imperecedera es la de haberte considerado en cada instante de nuestra vida y haber luchado y confiado en aquel que nunca falla y no se dobla por nada,Jesus el Señor de Señores! A el sea la honra por los siglos de los siglos!

    1. ¡Muy bien Karla! Me gusta mucho eso de estar «eternamente agradecidos». Ha habido vez que alguien me pregunta «¿Entonces no importa lo que haga?», a lo cual acostumbro contestar: Parece que empiezas a comprender lo mismo que yo comprendo, pues cuando me doy cuenta que no soy merecedor de perdón -nadie lo es- y aún así Dios ofrece perdonarme, entonces importa que yo salte de alegría con gratitud. Jesús lo dijo así de la gratitud de aquel a quien se le perdonó una gran deuda: «Me ama mucho porque sabe que sus muchos pecados ya están perdonados. En cambio, al que se le perdonan pocos pecados, ama poco.» (Lucas 7:47)

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