Judas Iscariote, ¿el discípulo más fiel?

Judas

Si Judas fuera el discípulo más fiel, Jesucristo sería el maestro más farsante y engañador. No hay tal cosa… Judas Iscariote es y seguirá siendo el prototipo de la mentira y la traición, y como tal estará en el infierno por toda la eternidad. Jesús fue llano: Judas se perdió (Juan 17.12)

La National Geographic Association (NGA) es una institución que, aunque con muchos méritos científicos, arqueológicos y geográficos, es una empresa humanista y agnóstica. Cualquier “polémica” como la que atribuye hoy la prensa, sería sospechada como provocada por la NGA para favorecer así su propia labor… esa misma que a veces incluye lo místico, lo esotérico, pero que en este caso muy específicamente, favorece a los gnósticos.

Yo no tendría ningún problema en aceptar que el Códice Tchacos es auténticamente antiguo. Este, del cual la NGA ha autenticado y traducido del Copto (antiguo idioma religioso egipcio) al Inglés, la porción nombrada por ellos como “El Evangelio según Judas”, es otro de muchos documentos antiguos que daban a conocer la filosofía gnóstica de la época.

La antigüedad de un documento no necesariamente lo clasifica como “canónico” (aceptado como verdad). Tampoco “las más recientes investigaciones” comprueban necesariamente que una novela de ficción (p.e., “El código DaVinci”) sea tenida como veraz en su contenido. El pseudo evangelio de Judas es genuina, auténtica y anticuadamente “puro cuento”. Ya Irineo, obispo de Lyon, en el 180 a.D., lo tildó como “historia ficticia”, mientras que Clemente, Justino Mártir, Taciano, Tertuliano, Cipriano y Orígenes (quien él mismo había sucumbido al gnosticismo) ni siquiera consideran darle “el beneficio de la duda”.

Estoy de acuerdo que este es un descubrimiento muy importante, y aún que se compare con la importancia del descubrimiento de “los rollos del mar muerto”. Pero hay una gran diferencia. Estos últimos confirman la autenticidad del contenido de los libros tenidos por canónicos y aportan a la confiabilidad de los cientos y miles de manuscritos y copias de Las Escrituras. En cambio, Tchacos solamente confirma el pensamiento anti-bíblico de los gnósticos, los mismos a quienes desvirtuó el apóstol Juan en su primera epístola de la misma manera como lo hicieron otros escritores bíblicos, los padres de la iglesia, y tantos otros teólogos a través de la historia.

JUDAS ISCARIOTE: Uno de los doce apóstoles escogidos por el Señor Jesús (Mt. 10:1–4; Mr. 3:13–19; Lc. 6:13–16). Juan dice que era “hijo de Simón” (Jn. 6:71; 12:4). El sobrenombre de Iscariote significa “natural de Queriot”. El Señor le llamó “diablo” (“¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” [Jn. 6:70]) e “hijo de perdición” (“… ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición” [Jn. 17:12]).

El Señor “sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Jn. 6:64). Después del discurso en la sinagoga de Capernaum, cuando el Señor Jesús habló del “pan de vida”, “muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él” J. I. quedó en el círculo de los doce, pero sin fe alguna. Funcionaba como tesorero en las actividades del Señor Jesús y sus discípulos, a los cuales robaba (“… era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”). Por eso protestó cuando María ungió al Señor con un perfume muy caro, diciendo que se había desperdiciado y que hubiera sido mejor venderlo por “trescientos denarios” y darlo “a los pobres” (Jn. 12:3–6).

Después de este incidente, J. I. decidió traicionar al Señor Jesús ofreciéndose a los sacerdotes para ayudarles a localizar al Señor a cambio de una suma de dinero (“¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?”). Ellos “le asignaron treinta piezas de plata” (Mt. 26:14–16; Zac. 11:13). Lo que se buscaba era apresar al Señor Jesús en un momento propicio, sin alborotar al pueblo (Lc. 22:6). En la noche en que comían la pascua, el Señor dijo a sus discípulos: “Uno de vosotros me va a entregar” (Mt. 26:21). Y señaló a J. I. por medio de una señal convenida con Juan (Jn. 13:21–26). El mismo J. I. preguntó: “¿Soy yo, Maestro?”. Y Cristo se lo confirmó (Mt. 26:25). Satanás entró en J. I. en ese momento y salió a buscar a los que querían apresar al Señor. Conociendo el lugar donde Cristo iba usualmente, el huerto de Getsemaní, se presentó allí con “una compañía de soldados y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos” (Jn. 18:1–3), e identificó al Señor por medio de un beso (Mt. 26:47–49).

Cuando J. I. vio que el Señor Jesús era condenado “devolvió arrepentido las treinta piezas de plata”, diciendo: “Yo he pecado entregando sangre inocente”. Al parecer, esa condena a muerte no estaba dentro de los planes de J. I. Los sacerdotes no quisieron recibir el dinero, por lo cual “fue y se ahorcó”. Pedro dice que “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Papías, escribiendo en el siglo II d.C., dijo que el cadáver de J. I. se hinchó desmesuradamente. Otra tradición cuenta que la cuerda con la cual J. I. quiso suicidarse se rompió, lo cual podría explicar la expresión “cayendo de cabeza”. Con el precio de la traición de J. I. se compró “el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros” (Mt. 27:1–10; Hch. 1:19). Después de la resurrección, los apóstoles escogieron a Matías para ocupar el lugar de J. I. (Hch. 1:15–26).

Tomado de Nuevo diccionario de la Biblia, Edit. por A. Lockward. Editorial Unilit: Miami, 2003.

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