¡Adiós Zidane!

Zidane
Expulsión de Zidane por «cabezazo» a Materazzi en el juego Italia-Francia, gran final del Campeonato Mundial de Fútbol Alemania 2006

Las moscas muertas hacen heder al perfume del perfumista;
así una pequeña necedad,
al que es estimado como sabio y honorable.

Eclesiastés 10.1 RVR-77

Lamentable, realmente lamentable lo sucedido con Zinedine Zidane en el tiempo extra de la final de fútbol Alemania 2006, al perder el control ante la  ofensiva de Marco Materazzi. ¡Adiós Francia, Adios Zidane!

Viene también a mi memoria el «tiempo extra» del Rey Ezequías. Todo estaba bien hasta «el último minuto» del partido de su vida. Todos los reyes de Judá eran evaluados conforme al reglamento divino: Eran o no eran conforme al corazón de su padre David. Y Ezequías ahora podía retirarse en verdadera gloria (2 Reyes 18.3, 2 Crónicas 29.2). El árbitro pitó el final (2 Reyes 20.1) y todo estaba listo para que Ezequías ganara la Copa.

Ezequías, sin embargo apeló. ¡Y misteriosamente el árbitro concedió la prórroga! Pero en lugar de mantener la humildad, el gran jugador sorprendió a la Historia misma: No correspondió al tiempo extra, sino que se enalteció. Justo cuánto más necesitaba dar testimonio de su fe, mostró orgullosa incredulidad (Lee Isaías 38 con más detalles. Compara 2 Crónicas 32.25 con 2 Reyes 20.8, mira también Habacuc 2.4).

La tarjeta roja llegó cuando unos pocos días después cometió un error garrafal: Más que los tesoros y las glorias acumuladas, mostró a los babilonios lo enaltecido que estaba su corazón (2 Crónicas 32.31, 2 Reyes 20.15-19, Isaías 39). Por causa de esta «pequeña necedad», unas pocas generaciones después los hijos de Ezequías fueron «eliminados» por Babilonia, quienes se llevaron hasta la última medalla de oro que se guardaba en la repisa del salón principal del Palacio.

Si Dios ha mostrado que alguno de nuestros «juegos de la vida» ha concluido, debemos tener mucho cuidado de pretender un «tiempo extra»… Si pretendemos pedir un nuevo «partido», primero debemos tener consciente dependencia en Sus promesas, genuino quebrantamiento ante Su misericordia y determinación a esforzarnos en la gracia que siempre tendremos en Cristo. De no ser así, me da temor que la voluntad «permisiva» de Dios sea sólo para mostrar que mi corazón no «hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David»…

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